Qué asumes cuando aceptas entrar en WhatsApp?

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El mito de que la mayoría de usuarios de nuevas tecnologías y redes sociales no leen los términos de uso queda palpable en herramientas muy populares como WhatsApp, el actual rey de la mensajería instantánea. Aceptar sin leer previamente puede provocar confusiones a posteriori y malentendidos. Al final, subsiste una relación contractual entre cliente (usuarios) y proveedor (empresa) de la que no se puede dar por hecho nada en absoluto.

Ahí es donde se han aprovechado multitud de servicios de internet como Facebook o Twitter que, tras modificar ligeramente los términos y política de uso ha propiciado la crítica salvaje de su comunidad de usuarios. Es más, WhatsApp «puede cambiar las condiciones cuando desee, ya que el usuario es responsable de revisarlas de forma periódica». Esta aplicación, que suma más de 700 millones de usuarios en todo el mundo, no ha estado exenta de polémicas, como la sucedida durante los reiterados episodios de usuarios que se quejaban que le obligaban a pagar tras un periodo de uso de un año, una decisión adoptada desde que la herramienta se popularizaba.

En ocasiones, y como han advertido agencias y firmas de seguridad a lo largo de sus respectivos informes enviados a medios de comunicación como el diario ABC, que un servicio sea gratuito no implica que el usuario es dueño de él. Por lo pronto, la política de WhatsApp es exhaustiva y clara en todas sus cláusulas. En primer lugar, la aplicación, disponible en multiplataforma (iOS, Android, Windows Phone y BlackBerrry) y ahora también desde un cliente web, solo puede ser utilizada por usuarios mayores de 16 años, una teoría que no suele cumplirse en la realidad. «Si decide no estar de acuerdo con cualquiera de estos términos , no podrá utilizar el servicio», recoge en su apartado legal publicado en su web oficial.

Otro aspecto que suele pasarse por alto es su uso por aplicaciones de terceros, prohibidas al no tener WhatsApp el control sobre y, por tanto, la filial de Facebook «no asume ninguna responsabilidad por el contenido, las políticas de privacidad o las prácticas de sitios web de terceros». Tampoco la compañía permite duplicar, transferir, dar acceso, copiar o distribuir ninguna parte de su arquitectura informática en cualquier medio sin la autorización previa por escrito de WhatsApp. El usuario, por tanto, acepta que «no intentará realizar ingeniería inversa, alterar o modificar ninguna parte del servicio». Es decir, no se puede utilizar el código para crear servicios clónicos.

Un aspecto a tener en cuenta y que ha vuelto a generar recientemente comentarios tras la eliminación de la aplicación no oficial WhatsApp Plus, creada por un desarrollador alicantino, ha sido que si se violan las condiciones, WhatsApp se reserva el hecho de poder eliminar a un determinado usuario.

En cuanto a su manejo de la información, la aplicación asegura que no recopila nombres, direcciones o direcciones de correo electrónico, «sólo números de teléfono móvil», algo que puede haber cambiado tras su unión con Facebook, en donde muchos de sus usuarios almacenan sus números personales.

«Usted se compromete a no participar en el uso, copia o distribución de cualquiera de los servicios que no sea expresamente permitido aquí, incluyendo cualquier uso, copia o distribución de los envíos de estado de terceros obtenidos a través del servicio para cualquier propósito comercial», reza otra de las cláusulas, que intenta proteger los derechos de autor.

También prohíbe de forma taxativa utilizar robots ni serviciosautomáticos para realizar mensajes de forma masiva, un comportamiento que será tildado de «spam» en caso de tener visos comerciales.